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Pastores de Cristo

UNA PUBLICACIÓN DE ESPIRITUALIDAD PARA SACERDOTES

1999 - Ejemplar 3

INDICE


El Pastor Principal del Rebaño

La Singularidad Personal

"Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. El asalariado, que no es pastor, ni dueño de las ovejas, huye ante el lobo abandonándolas, el lobo las agarra y las dispersa, porque no es más que un asalariado y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor: conozco las mías y las mías me conocen a mí. Así como me conoce el Padre, también yo conozco al Padre, y yo doy mi vida por mis ovejas." (Jn 10:11-15)1.

Sí, el Buen Pastor ha entregado su vida por nosotros. Y lo hizo así siendo consciente de lo muy especial que cada uno de nosotros es para él. José Chorpenning, O.S.F., al comentar la espiritualidad de San Francisco de Sales, doctor de la Iglesia, dice en una de sus observaciones, "En las relaciones humanas se busca despertar en los otros una conciencia de su dignidad divina por el respeto y estima que uno muestra por su persona, individualidad, y libertad. En el pensamiento Salesiano cada persona es única e irrepetible. Por ejemplo, Francisco afirma que cuando Jesús llevó a cabo nuestra redención en el día de su pasión y muerte, 'nos conocía a todos por nuestro nombre y apellido'. (Tratado sobre el Amor de Dios, 2 vols. , Tan Books. Vol. 2, p. 280)2"

Este reconocimiento de cuán valiosos somos para Jesús, como personas únicas especiales, debería ser profundamente introducido en nuestra conciencia. Mucho de nuestro crecimiento en la vida espiritual depende de esta comprensión. San Francisco de Sales no es el único maestro espiritual que subraya la singularidad de cada persona. Hay otros, incluyendo John Henry Cardinal Newman: "...Newman percibió la urgencia de una teología y filosofía de la persona individual. Hemos visto individuos anulados por gobiernos totalitarios, y hemos conocido educadores que nos sacarían del campo de la responsabilidad personal a la esfera de la psicología de masa. El Materialismo, el conductismo, el totalitarismo, el Marxismo --estos son algunos de los 'ismos' que han estado atacando la personalidad humana en nuestro tiempo. No es sorprendente que haya habido una cosecha de filosofías y teologías personalistas y existencialistas; y no es extraño que estos aspectos hayan sido tan apreciados y estudiados en Newman...

"Poniéndonos en la clase de definición que nos gusta, la contribución de Newman al pensamiento la podríamos considerar como una teología y una filosofía de la individualidad humana. La mayoría de los aspectos de su mensaje podrían ser incluidos probablemente bajo estos términos. A veces se sentía satisfecho de subrayar la importancia humana y divina del individuo y el significado personal de las circunstancias concretas en las que pasó su vida. El hecho de que cada individuo esté tan ligado a unos padres particulares, y pertenezca a determinada ciudad o pueblo, en un país concreto, es parte del designio amoroso de una Providencia que ordena la vida de cada uno de manera especial con su propósito propio y para nuestra particular felicidad…"3 Dada la preocupación de Newman por lo individual, no es sorprendente que fuera atraído por la persona de San Juan Crisóstomo. Dice Newman: "Considero a San Crisóstomo fascinado por existir en íntima simpatía y compasión con todo el mundo, no sólo cuando se siente fuerte, sino cuando se siente débil; con el respeto vivo con que él ve todo lo que viene antes que él, tomado en lo específico, ya sea hecho por su propia amabilidad o recibido como regalo con una naturaleza más alta que la propia… (Esto es) el interés que él toma en todas las cosas, no sólo por la manera como Dios las ha hecho semejantes, sino también tal como El las ha hecho diferentes unas de otras. Hablo del distinguido afecto con que él acepta a todos por lo que hay de personal en cada uno y distinto de los demás. Hablo de su flexible apreciación de las personas, una por una, por causa de la bondad que encierran, ya sea más o menos, de un orden más bajo o de un orden más alto, lo que ha sido plantado de manera exclusiva en ellas."4

Dado el gran interés de Newman centrado en la persona individual, no es sorprendente que nos haya dejado las siguientes palabras: "Todo ser que vive, alto o bajo, educado e ignorante, joven y viejo, hombre y mujer, tiene una misión, tiene un trabajo. No hemos nacido por casualidad… Dios nos contempla a cada uno; crea a cada alma, la planta en un cuerpo, una por una, con una finalidad. Necesita, se rebaja hasta necesitar, a cada uno de nosotros."5

Dada la singularidad de la existencia de cada cristiano, él o ella se ofrece a Cristo con una oportunidad singular. Cada cristiano lleva consigo la vocación de ofrecerle a Cristo su humanidad para que Cristo pueda vivir en cada uno de la forma más especial. En la manera que el cristiano individual ofrezca su humanidad a Cristo, esa persona tiene una oportunidad única de ayudar a que continúe el trabajo de la redención -una oportunidad que nadie más puede llevar a cabo. Del mismo modo, en la manera que un individuo se descuida en ofrecer su humanidad a Cristo, Jesús pierde la oportunidad de continuar su trabajo redentor de acuerdo a la singularidad de la persona.

Cada uno de nosotros, consiguientemente, tiene el gran privilegio y la enorme responsabilidad de utilizar su vida de manera adecuada de acuerdo al designio de Dios en Cristo. Ninguna otra persona puede llevar a cabo tu misión particular, y, por otra parte, tampoco tú puedes llevar a cabo la misión particular de otro. A veces puede que nos sintamos con miedo y ansiosos en lo que se refiere a la tarea que Dios nos ha confiado a medida que nos damos más cuenta de todo lo que exige. Podemos sentir el mismo rechazo que el profeta Jeremías expresó cuando Yahvé lo llamó: "Entonces Yavé me dirigió su palabra: "Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones." Yo exclamé: "¡Ay!, Señor, Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!" Me contestó Yavé: "No me digas que eres un muchacho. Irás a dondequiera que te envíe, proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte -palabra de Yavé." (Jer 1,4-8)

Jeremías inicialmente se acobardó con la misión que Dios le estaba dando. Se lamentaba de que él no era capaz de llevarla a cabo. Dios le contestó, sin embargo, y le dijo a Jeremías que él era muy capaz de realizar el papel que se le asignaba, porque El, Yahvé, estaría con Jeremías. Dios trabajaría por medio de Jeremías, y Jeremías, por su parte, tenía que estar abierto a Dios, permitiendo que Yahvé trabajase por su medio, de acuerdo a la voluntad divina.

Nosotros, también, podemos ser culpables de reaccionar a la llamada de Dios en la forma que Jeremías originalmente reaccionó. Esto puede suceder cuando Dios llama a alguien a un estado fundamental de vida. Una vez que una persona está en una vocación fundamental, uno puede sentirse tentado a resistirse a la llamada de Dios, a metas más altas, a un desarrollo más completo de la propia misión, a una mayor madurez espiritual.

Cuando somos tentados de esta manera, tenemos que controlar nuestros miedos y con toda confianza entregarnos a la voluntad de Dios. Sólo entonces, llegaremos a convencernos por completo de que Dios nunca exige nada sin habernos concedido su gracia abundante para llevar a cabo su plan, y que responder a la llamada de Dios con la máxima fidelidad posible es el único camino auténtico para la paz, la felicidad, y la plena realización, a pesar del sufrimiento que necesariamente está implicado.

Así pues, la conciencia de la grandeza de nuestras misiones tiene que verse equilibrada con un reconocimiento de las limitaciones ligadas a esa grandeza. Somos criaturas finitas que arrastramos un sin número de limitaciones que emergen de nuestra finitud.

¿Cuáles son algunas de estas limitaciones? Primero, es importante darnos cuenta que hay limitaciones falsas -limitaciones que no necesitamos- como opuestas a las limitaciones que son inevitables, limitaciones que surgen del hecho de que somos criaturas finitas que estamos inmersas en la condición humana. Un ejemplo de limitación falsa se ve claramente en la persona que sucumbe a la tentación de querer ser otra persona diferente a sí misma. Esta persona mira a los demás, mira las cualidades físicas e intelectuales de otras personas, la personalidad agradable del otro, y así una y otra vez, se dice a sí mismo, si al menos yo estuviera adornado con tales cualidades, yo sería capaz de llevar a plenitud algo con mi propia vida. En otras palabras, una persona así se equivoca, no acierta a aceptarse a sí misma como la persona que Dios ha creado. La persona falla en aceptarse como la singularidad que Dios le dio y desperdicia un tiempo precioso mirando a lo que uno no tiene, más que apreciar lo que Dios le ha dado. Una persona así tiene que luchar por aceptarse a sí misma en su singularidad fundamental. Además, la persona tiene que desarrollar los dones, los puntos fuertes y las capacidades de su propia singularidad y luchar por controlar tanto como sea posible las debilidades que impiden el desarrollo de esta singularidad. La persona debiera darse cuenta que sólo aceptando la propia singularidad como viniendo del amor creativo de Dios y luchando constantemente por permitir que ese amor lleve a plenitud su propia singularidad, llevará a cumplimiento una paz y felicidad real.

Si hay limitaciones que no debieran existir, hay también limitaciones que son inevitables mientras una persona lucha por llevar a cabo en la vida su misión propia y singular. Poseemos ciertos talentos especiales, por ejemplo, pero las circunstancias reales no nos permiten poner en práctica estos talentos aquí y ahora. Incluso en esos momentos en que podemos ejercitar esos talentos, a menudo nos sentimos limitados porque nos damos cuenta que hay sólo un cierto número de oportunidades concretas y una cierta cantidad de tiempo para que nosotros usemos nuestros talentos especiales. En otros momentos nos sentimos limitados porque las personas reales a las que tratamos de servir se oponen a nuestros esfuerzos y se bloquean a sí mismas por lo que deseamos tan generosamente ofrecer.

Estos, por tanto, son algunos ejemplos de las limitaciones que podemos experimentar en nuestros esfuerzos por llevar a cabo nuestras misiones particulares. Tener un equilibrio entre la comprensión de la grandeza de nuestra llamada y entre la comprensión de que nos vamos a sentir limitados de muy variadas formas -a veces dolorosamente- en nuestro lucha por llevar a cabo nuestra misión en la vida es tan necesario como desafiante.

Un cristiano lleva a cabo su misión particular en proporción al conocimiento del inmenso y único amor que Cristo le tiene y en proporción al sometimiento que la persona muestre a este amoroso Jesús. Cuanto más una persona se somete a Jesús, tanto más Jesús vive a través de la singularidad de esa persona. Luchemos, pues, siempre por vivir de acuerdo a las palabras de S. Pablo: "Por mi parte, siguiendo la Ley, llegué a ser un muerto para la Ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo y ahora no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mí. Sigo viviendo en la carne, pero vivo con fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí" (Gál. 2, 19-20)


Jesús

"Todo esto tiene un enorme significado -sobre todo porque ninguna de las posiciones que la gente tomó en lo que a El se refiere se originaron sólo en la inteligencia, sino que todas procedían de un movimiento directo del corazón. Había algo particular en torno a El que captaba a la gente, algo que El mismo irradiaba, una fuerza que en sí misma se hacía sentir donde El estaba. Esto significó que todos los que lo vieron fueron involucrados de alguna forma especial, apasionadamente movidos a amar con un amor muy especial o movidos a odiar con un odio acendrado… En aquel tiempo los escribas eran gente muy instruida. Pensaban mucho, y trabajaban con intensa dedicación. Sus enseñanzas eran eruditas hasta el último detalle. Pero sus palabras eran frías, difíciles, intransigentes, déspotas. Y eh aquí que se levantó Uno que sus palabras eran cálidas, llenas de poder. Este poder salía de lo que El decía, de la profundidad y de la verdad de la palabra pronunciada -pero no sólo de ahí. Sobre todo, venía de la vitalidad comunicada en sus discursos, de la energía vital de quien hablaba. Su mensaje era auténtico, convincente, y venía directo de la mente y del corazón. Era sincero, calificado como verdadero, ofrecía esplendor, contenía un principio eficaz de vida. Llamaba la atención, electrizaba, levantaba el animo, limpiaba la mente, y se apoderaba del corazón. Y ofrecía garantía, una promesa de salvación."6

Todo el esfuerzo, pues, del que ha sido admitido en la trayectoria espiritual, es reproducir a Cristo cada vez más. Todos los esfuerzos auténticos en la vida espiritual tienen como objetivo la manifestación de una semejanza con Cristo. Estamos llamados a crecer en conocimiento y amor, a imitación de Jesucristo. Nuestra tarea es que nos hagamos compañeros cada vez más cercanos de Jesús, este Jesús que con María nuestra madre a nuestro lado nos lleva al Padre en el Espíritu Santo.

El viaje espiritual, pues, consiste en permitir a Jesús que cada vez más asuma nuestro control -en permitirle que viva cada vez más en nosotros y a través nuestro. El permitir a Jesús que entre en nuestras vidas tiene tremendas implicaciones. Confiándonos a Jesús no sólo conseguimos nuestra salvación, sino que también ayudamos a la salvación de los otros.

Hace unos 2000 años Jesús caminó por esta tierra enseñando, curando a los enfermos, ofreciendo su compasión y amor, instituyendo la Iglesia. Estas y todas las demás acciones de Cristo forman parte de la actividad que los teólogos llaman redención objetiva. Nosotros no tuvimos parte en este esfuerzo redentor de Cristo.

Ahora estamos en la fase que es llamada redención subjetiva, una fase en la que los frutos de la redención objetiva de Cristo son distribuidos por toda la faz de la tierra. Cada persona individual es llamada a la salvación. Esta salvación se realiza en Cristo; y es la única que existe; y para llevarla a cabo Cristo vivió, murió y resucitó de la muerte.

De acuerdo al plan de Dios, estamos llamados a ayudar en los trabajos de la redención subjetiva. De acuerdo a este plan, Jesús todavía camina por esta tierra enseñando, curando a los enfermos, administrando los sacramentos, ofreciendo su compasión, su amor, su interés por nosotros. El camina todavía por esta tierra como signo constante de salvación, como un signo inmutable de que Dios ama al mundo poderosamente y por toda la eternidad. Sí, Jesús todavía camina por la tierra llevando a cabo su labor redentora; pero ahora su actual presencia no es a través de su propia humanidad, sino a través de nuestros propios conocimientos. Aquí está, pues, nuestro gran privilegio y nuestra enorme responsabilidad. Jesús nos pide nuestros conocimientos, nos pide nuestras vidas humanas. De modo que en cierto sentido, él pueda reencarnarse en nosotros y a través nuestro. Por supuesto es ese tipo de reencarnación la que mantiene la identidad de Jesús lo mismo que la nuestra. De hecho, cuanto más permitimos a Jesús que viva en nosotros y a través nuestro, más llegamos a ser nosotros mismos. La esperada cristianización de nuestras personas incluye el desarrollo intenso de nuestra singularidad. Podemos responde a las exigencias de Jesús permitiéndole continuar su labor redentora en nosotros de maneras muy variadas. Por ejemplo, podemos responder con bajo entusiasmo y vivir unas existencias cristianas mediocres. Podemos responder de una manera fogosa y decir a Jesús que somos completamente suyos, que puede hacer con nosotros lo que desee. Esta última respuesta es la que debiéramos esperar de nosotros mismos -y sabemos que esto está en el fondo de lo que realmente vivimos. El que nos demos completamente a Jesús es lo que El merece, este Jesús que se dio a sí mismo por nosotros -incluso se entregó a una muerte brutal en la cruz. Debiéramos afanarnos continuamente por vivir de acuerdo a las palabras de San Pablo: Estoy crucificado con Cristo y ahora no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mí. Sigo viviendo en la carne, pero vivo con fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí" (Gál. 2, 19-20)


La Iglesia y el Padre

El Papa Juan Pablo II nos dice: "Al continuar la enorme tarea de poner en práctica el Concilio Vaticano II, en el que justamente podemos ver una nueva fase de la propia actualización de la Iglesia -manteniéndonos en la época en la que nos ha tocado vivir-, la Iglesia en sí tiene que ser constantemente guiada por la plena conciencia de que en su tarea no le es admisible, por ninguna razón, volverse atrás sobre sí misma. La razón de su existencia es, de hecho, manifestar a Dios, ese Padre que nos permite 'verle' en Cristo. (Jn. 14,9) No importa lo fuerte que pueda ser la resistencia de la historia humana, no importa lo marcada que pueda ser la diversidad de la civilización contemporánea, no importa lo grande que pueda ser la negación de Dios en el mundo humano, tanto y mucho más grande tiene que ser la proximidad de la Iglesia a ese misterio que, escondido por los siglos en Dios, fue más tarde plenamente compartido con el hombre, en el tiempo, por medio de Jesucristo."8


El Espíritu Santo y nuestras vidas

El Arzobispo Luis M. Martínez nos dice: "El Director auténtico de las almas, el Maestro más íntimamente amigo, el alma de la vida espiritual, es el Espíritu Santo. Sin El, como ya hemos dicho, no hay santidad. La perfección de un alma se mide por su docilidad al movimiento del Espíritu, por la diligencia y docilidad con que sus cuerdas reproducen las notas divinas de la canción de amor. Un alma es perfectamente santa cuando el Espíritu de amor ha tomado plena posesión de ella, cuando el Artista divino no encuentra resistencia o desarmonía en las cuerdas de esa lira viviente, sino sólo melodías celestiales que vienen de ella, limpia, constante, y deliciosamente armonizadas."9


El Tributo de San Bernardo a la Virgen María

San Bernardo, doctor de la Iglesia e insaciablemente devoto de María, nos ofrece estas inspiradoras palabras: "Si no estás sumergido por tempestades, no alejes tus ojos del resplandor de esta estrella. Si las tormentas de la tentación crecen, si chocas estrepitosamente contra las rocas de la tribulación, mira a la estrella, invoca a María. Si te encuentras agitado sobre las olas del orgullo, de la ambición, de la calumnia, de la antipatía, mira la estrella, invoca a María. Si el enojo o la avaricia o las seducciones de la carne molestan el barco de tu mente, mira a María. Si tu paz está rota por la inmensidad de tus crímenes… Si comienzas a ser tragado por el abismo de la depresión y la desesperación, ¡piensa en María! En el peligro, en las ansiedades, en la duda, piensa en María, invoca a María. No permitas que su nombre se aleje de tus labios, ni de tu corazón, y hasta que recibas la ayuda de su oración no ceses de seguir el ejemplo de su conducta… Si ella te sostiene, no caerás, si ella te protege, no tienes que temer."10


La Eucaristía

"No debería ser una sorpresa, pues, que la presencia misteriosa y real de Cristo debiera tener un reclamo humano profundo. No necesitamos tener miedo alguno de que esta devoción pudiera llevarnos a cualquier clase de aislamiento espiritual, en la medida que cuidadosamente conservamos la Presencia Eucarística unida al Misterio Pascual que incluye a todos los hombres y mujeres, mientras la conservemos unida a la Santa Comunión, que mantiene relacionados y unidos a todos los discípulos creyentes en Cristo."14


El Sacerdocio

"En consecuencia, de ahí, del carácter sacerdotal emerge la capacidad de hacer presente al Señor. Si el sacerdote es 'otro Cristo', en una forma especial, no es debido a una delegación meramente jurídica, sino a la presencia de Cristo Sacerdote y Pastor en el alma…

"La semejanza básica impresa por el carácter sacramental requiere del sacerdote un esfuerzo por imitar a Cristo el Pastor. El carácter por sí mismo, junto con la semejanza que implica, es una realidad del ordenamiento objetivo. Tiene su existencia independientemente de las disposiciones subjetivas de las personas involucradas. pero lucha por promover en las disposiciones del sujeto una semejanza a la personalidad del propio Salvador. Ya que es impresa en el ser de uno, la 'presencia' de Cristo espera ser revelada por sí misma en todo lo que el sacerdote hace.

"Esto significa que, más aún que el cristiano ordinario, el sacerdote está llamado a tomar a Cristo como modelo en toda su conducta. El carácter sacerdotal es el evangelio impreso en el ser personal, el evangelio luchando por llevar a cabo la revelación de sí mismo. El sacerdote no puede actuar continuamente como lo que es a no ser que él mismo se impregne cada vez más intensamente del espíritu del evangelio. Tiene que llevar en sí mismo los rasgos genuinos del Salvador, y tiene que permitirlos que brillen e iluminen."17


Sobre la Oración

Henri Nouwen observa: "Porque un hombre de oración es, en su análisis final, el hombre que es capaz de reconocer en los otros el rostro del Mesías y hacer visible lo que estaba escondido, hacer tangible lo que era inalcanzable. El hombre de oración es un líder porque precisamente a través de la proclamación del trabajo de Dios en sí mismo puede guiar a otros a salir de la confusión a la claridad; a través de su ternura puede sacarlos del circuito cerrado de sus propios grupos al mundo abierto de la humanidad, y a través de su contemplación crítica puede convertir su corrosiva maldad en trabajo creativo para el mundo nuevo que está por llegar."19


El Cristiano y el Orden Social

En su encíclica, Sobre la Preocupación Social, que conmemora la encíclica de Pablo VI sobre "El Progreso de los Pueblos" (Populorum Progressio), el Papa Juan Pablo II nos dice: "La doctrina social de la Iglesia no es un 'tercer camino' entre el capitalismo liberal y el Marxismo colectivista, ni siquiera la alternativa a otras soluciones que pueden ser menos radicalmente opuestas entre sí: más bien constituye una categoría en sí misma. No es una ideología, sino más bien la formulación precisa de los resultados de una reflexión cuidadosa sobre las realidades complejas de la existencia humana, en la sociedad y en el orden internacional, a la luz de la fe y de la tradición de la Iglesia. Su principal propósito es interpretar estas realidades, determinando su conformidad o divergencia de acuerdo a las líneas de las enseñanzas evangélicas sobre el hombre y su vocación, una vocación que es a la vez terrena y transcendente; su propósito es pues orientar el comportamiento cristiano. Esto, por tanto, corresponde al campo no de la ideología, sino al de la teología y particularmente al campo de la teología moral.

"La enseñanza y propagación de su doctrina social son parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Y ya que es una doctrina enfocada a guiar el comportamiento de la gente, tiene por resultado asumir un 'compromiso por la justicia', de acuerdo al role, a la vocación, y a las circunstancias de cada individuo.

"La denuncia de los males e injusticias es también parte de ese ministerio de evangelización en el campo social que es un aspecto del role profético de la Iglesia. Pero debiéramos tener claro que la proclamación es siempre más importante que la condenación, y esta segunda no puede ignorar a la primera, que la da solidez auténtica y la fuerza de una motivación mucho más alta.

"Hoy más que nunca en el pasado, la doctrina social de la Iglesia tiene que estar abierta a un acercamiento internacional, en línea con el Concilio Vaticano II, las últimas encíclicas, y en particular en línea con la Encíclica a la que estamos rindiendo tributo. No está de más por tanto reexaminar y más aún clarificar bajo esta luz los temas característicos y las líneas maestras que se han llevado a cabo por el Magisterio en los últimos años.

"Aquí me gustaría indicar una de ellas: La opción o amor preferente por los pobres. Es ésta una opción o forma especial de prioridad en el ejercicio de la caridad cristiana, de la que la Iglesia da testimonio a lo largo de toda su tradición. Afecta a la vida de cada cristiano, ya que él o ella busca imitar la vida de Cristo, pero concierne igualmente a nuestras responsabilidades sociales y consiguientemente a nuestras maneras de vivir, y a las decisiones lógicas que se han de tomar en lo que se refiere a la propiedad y al uso de las riquezas.

"Hoy, además, dada la dimensión universal que la cuestión social ha adquirido, este amor preferencial por los pobres, y las decisiones que inspira en nosotros, no puede menos de abrazar las multitudes inmensas de hambrientos, de necesitados, de gente sin techo, de los que no tienen protección médica, y sobre todo todos esos sin esperanza de un futuro mejor. Es imposible pasar por alto la existencia de estas realidades. Ignorarlas significaría actuar como el 'hombre rico' que simulaba no saber que el pobre Lázaro estaba allí tendido a su puerta. (cf. Lc. 16,19-31)...

"Es necesario afirmar una vez más el principio característico de la doctrina social cristiana: Las riquezas de este mundo están originalmente designadas para todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero ello no anula el valor de este principio. La propiedad privada, de hecho, está bajo un 'préstamo social', que significa que intrínsecamente tiene una función social, precisamente basada en y justificada por el principio del destino universal de las riquezas. Además, en esta preocupación por los pobres uno no tiene que menospreciar esa forma especial de pobreza que consiste en verse privado de los derechos humanos fundamentales…"20


Pensamientos varios

"¡Qué bendecidos somos con esta vida de amor divino! ¡Qué bendecidos somos por el amor que María nos tiene! Mi corazón ansia este amor de Dios. Que podamos lograr una tal unión con Dios, que podamos ser uno en El y El uno con nosotros. Es en verdad una realidad maravillosa. Así es como compartimos en amor unos con otros. Cuando amamos a Jesús de todo corazón hay una armonía especial entre nosotros. Nos sentimos cercanos a los demás precisamente porque su amor está en nosotros. Cuanto más amamos a Dios, más podemos amarnos unos a otros."


El Corazón traspasado de Cristo

El P. Pedro Arrupe, S.J., que fue Superior General de los Jesuitas, habla del Corazón de Jesús traspasado: "La imagen del Crucificado sobre la tierra, con su costado ampliamente abierto, tiene sus raíces en el Antiguo Testamento y es un compendio, por así decirlo, de la teología del Evangelio de San Juan. Podría decirse que es un compendio de toda la Cristiandad. Más que ningún otro símbolo, este es un signo en San Juan de la fecundidad redentora de la muerte de Cristo. Su costado abierto, de donde brotó sangre y agua, responde a un símbolo Semítico: la herida, un signo de muerte (el cordero degollado); y la sangre y el agua, un signo de vida y fecundidad. Así el corazón traspasado es el símbolo del Cordero Pascual de la Nueva Alianza."22

El Padre Arrupe también nos ofrece estas ideas referidas al amor del Corazón de Cristo: "…otra herida que angustia al mundo hoy es la inestabilidad… En Europa y fuera de Europa, en el Este y en el Oeste, inestabilidad es la plaga de muchos gobiernos y partidos políticos; fluctuación es la ley del mercado y del cambio de moneda. El ritmo de la oferta y la demanda es variable.

"Pero eso no es todo. El mundo hoy tiene miedo de la inestabilidad de sus propias ideas y creencias. Mucha gente que está en el timón de las actividades y direcciones humanas se siente insegura de la validez de los principios, de los derechos y obligaciones, particularmente en el campo de la justicia social. Incluso la estructura filosófica del pensamiento se está deteriorando y se hace escéptica y agnóstica. Las repercusiones de esta inestabilidad se están sintiendo también en el campo católico donde se puede percibir mucha vacilación e inseguridad en la vida privada y profesional…

"¿No es esto un signo de que necesitamos hoy a Jesús más que en ningún otro tiempo del pasado? Sólo él permanece, indestructible sobre la roca, mientras todo alrededor de él se tambalea en continuo descontento. Nuestro Salvador ha permanecido siempre constante en sus afirmaciones de sí o no. A través de Pedro continúa hoy impartiendo un sentimiento de seguridad a las pobres mentes humanas, una pequeña barca lanzada en el océano tormentoso. Tenemos que dar a nuestras mentes un criterio seguro. Necesitamos una fuente de conocimiento que sea siempre fresca y joven, hoy y mañana, como lo era en los días de San Pablo -la ciencia del amor de Cristo.

"Pablo quería comunicar a sus cristianos una certeza que restableciera la confianza, de manera que nunca perdieran de vista la perspectiva del amor de Jesús por nosotros. Algunos de los creyentes en la Iglesia de Efeso fueron magnetizados por algunas ideas extrañas y conceptos misteriosos. Pablo los habla enérgicamente de que hay una sabiduría que transciende todas las demás -la sabiduría del amor de Cristo, de la que depende la estabilidad del pensamiento humano. "Este es un amor sin barreras, porque el amor del Corazón de Cristo es infinito en profundidad, en altura y en amplitud; no hay fronteras de tiempo o lugar, o limitación de personas.

"Esto es, mis hermanos, a donde les invito a fijar sus mentes y especialmente nuestros corazones; en el amor de Cristo encontraremos estabilidad en la vida, la felicidad de sentirnos amados, la seguridad en el camino. Por seguro que estas bendiciones serán nuestras si en el seguimiento de Jesús somos liderados por la que es la Madre de la Sabiduría eterna, la Hija del amor y la Señora del Camino."23


Una Oración por los Sacerdotes

Muchos laicos rezan por nosotros, y de manera organizada. ¿No es justo que también nosotros recemos por todos nuestros hermanos en el sacerdocio, y de manera regular? Aquí sigue una oración que nos puede ayudar en este intento.

"Señor Jesús, Pastor Principal del Rebaño, te pedimos que en el gran amor y misericordia de tu Corazón atiendas las necesidades de tus pastores sacerdotes a través de todo el mundo. Te pedimos que atraigas de nuevo a tu Corazón a todos los sacerdotes que se han separado seriamente de tu sendero, que vuelvas a encender el deseo de santidad en los corazones de esos sacerdotes que han perdido el entusiasmo, y que continúes dando a los sacerdotes fervientes el deseo de una santidad cada vez más alta. Unidos a tu Corazón y al Corazón de María, te pedimos que presentes esta petición a tu Padre celestial en la unidad del Espíritu Santo. AMEN".

Esta oración ha sido tomada del Manual de Oraciones de los Asociados de Pastores de Cristo, una rama de los Ministerios de Pastores de Cristo. Los asociados son miembros de los grupos de oración que se reúnen regularmente a orar por las necesidades de toda la familia humana, pero especialmente por los sacerdotes. Si le interesa una o varias copias de este manual de oración, y más aún, si le gustase recibir información de cómo comenzar un grupo de Pastores de Cristo, póngase en contacto con nosotros en la siguiente dirección:

Shepherds of Christ, P.O. Box 193, Morrow, Ohio 45152-0193
Teléfono (llamada gratis): 1-800-211-3041
Fax: 1-513-932-6791


Acto de Consagración

Señor Jesús, Pastor Principal del Rebaño, consagro mi vida sacerdotal a tu Corazón, traspasado en el Calvario por nuestro amor. De tu Corazón traspasado nació la Iglesia, la Iglesia a la que me has llamado, como sacerdote, para servir de la manera más selecta. Revelas tu Corazón como el símbolo de tu amor en todos sus aspectos, incluyendo el más delicado amor por mí, a quien has elegido como tu sacerdote-compañero. Ayúdame siempre para entregar mi vida en servicio a Dios y al prójimo. ¡Corazón de Jesús yo pongo en Ti mi confianza!

Bienaventurada Virgen María, me consagro a tu maternal e Inmaculado Corazón, este Corazón que es el símbolo de tu vida de amor. Tú eres la Madre de mi Salvador. Tú eres también mi Madre. Tú me quieres con el más selecto amor como si fuese tu único hijo-sacerdote. Y en respuesta, me entrego enteramente a tu amor y protección maternal. Tú seguiste a Jesús a la perfección. Tú eres el primer y perfecto discípulo. Enséñame a imitarte en la forma de presentar a Cristo. Sé mi maternal intercesora para que a través de tu Corazón Inmaculado yo pueda ser guiado a una unión cada vez más cercana al traspasado Corazón de Jesús, Primer Pastor del Rebaño, que me conduce al Padre en el Espíritu Santo.


Cartas


Querido P. Carter:

Le estoy escribiendo para pedirle si por favor me envía diez ejemplares de la Carta de Espiritualidad para Sacerdotes, Pastores de Cristo, y una copia del libro que incluye los doce primeros ejemplares.

He recibido dos números del 1998, y los he encontrado muy útiles para intensificar nuestra progresiva formación sacerdotal, y deseo dar un ejemplar a cada uno de mis nueve sacerdotes diocesanos y conservar uno para mí.

        Sinceramente suyo en Cristo.

        Obispo Ambrosio Ravasi, IMC
        Diócesis de Marsabit, Kenya


Querido Ed:

Gracias por enviarnos copias de la Carta de Pastores de Cristo. Estimamos mucho sus enormes esfuerzos por apoyar a las vocaciones sacerdotales --es un apostolado excelente, especialmente en estos días tan "difíciles" para el clero. Continúe con este fenomenal trabajo.

        Sinceramente.

        Tomás Radloff, S.J.
        Colegio Norte Americano, Roma


Querido Padre:

¡La Paz de Cristo esté con usted! Hace poco que un compañero colocó una copia de su carta sobre mi mesa de estudio para que pueda participar de su riqueza. Me encantaron los muchos y variados artículos. En ocasiones me encuentro a mí mismo buscando por el tipo de artículo que reclame mi atención, algo suficientemente corto que no exija mucho tiempo. Tengo que decirle con mucho agrado que su carta es un recurso muy bueno que se ajusta a mis esquemas. Si por favor me coloca en su lista de correo, se lo agradecería muchísimo.

        En Cristo.

        P. Mark A. Mc Anally
        Seminario y Universidad de Santa María.
        Baltimore, Maryland


NOTAS:

  1. Las citas bíblicas son tomadas de La Nueva Biblia Latinoamericana, Ediciones Paulinas (Madrid) y Verbo Divino (Estella, Navarra).

  2. José Chorpenning, O.S.F.S., del Nuevo Diccionario de Espiritualidad Católica, Michael Donney, editor, The Liturgical Press, pág. 853.

  3. El Corazón de Newman, Una síntesis arreglada por Erich Przwara, S.J., Ignatius Press. pp. 11-14.

  4. Ibid, pp. 276-277.

  5. John Henry Cardinal Newman, Discursos dirigidos a las Congregaciones Mixtas, Longmans, Green and Co. , pp. 111-112.

  6. Romano Guardini, Jesucristo, Henry Regnery Publ. , tal como apareció en Lecturas Diarias en los Clásicos Cristianos, ed., Randy Meyers, Ignatius Press, pág. 83.

  7. Walter Farrell, O.P., El Hijo Único, Sheed & Ward, tal como apareció en Lecturas Diarias en los Clásicos Cristianos, ed., Randy Meyers, Ignatius Press, pág. 81.

  8. El Papa Juan Pablo II, Carta Encíclica, Rico en Misericordia, United States Catholic Conference, Núm. 15.

  9. Arzobispo Luis M. Martínez, El Santificador, Pauline Books and Media, pág. 18.

  10. San Bernardo, tal como apareció en Hilda Graef, María: Una Historia de Doctrina y Devoción. , Christian Classics, Vol. I, pág. 237.

  11. Los Documentos del Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, America Press Edition, Núm. 47.

  12. Ibid. , Núm. 48.

  13. El Papa Pío XII, Carta Encíclica, El Cuerpo Místico, AAS, XXXV, pp. 232-233.

  14. Benedicto Groeschel, C.F.R., En la Presencia de Nuestro Señor, tal como apareció en Viviendo la Fe, Creative Communications for the Parish, April-May-June, 1999.

  15. Madre Teresa, Meditaciones del Rosario de la Madre Teresa, contactar con Misioneros del Santísimo Sacramento, PO Box 1701, Plattsburgh, New York.

  16. San Pedro Julián Eymard, Manual Eucarístico, Emmanuel Publications, tal como apareció en Adoration, Ignatius Press, p.97.

  17. Jean Galot, S.J., Teología del Sacerdocio, Ignatius Press, pág. 207.

  18. Christopher O'Donnell, O. Carm., El Amor en el Corazón de la Iglesia, Veritas, pág. 129.

  19. Henri Nouwen, El Sanador Herido, Doubleday, pág. 47.

  20. El Papa Juan Pablo II, Carta Encíclica, La Preocupación Social, St. Paul Books and Media, Núms. 41-42.

  21. La Madre Mary Frances, P.C.C., A lo Largo y Ancho, Ignatius Press, pág. 113.

  22. Pedro Arrupe, S.J., Sólo en El está nuestra Esperanza, The Institute of Jesuit Sources, pág. 120.

  23. Ibid., pp. 116-117.


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1999, EJEMPLAR 3
Pastores de Cristo

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