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ESTAMOS AMPLIANDO NUESTRO CIRCULO DE LECTORES
Con el presente número estamos ampliando nuestro movimiento invitando explícitamente a nuestro círculo de lectores a todos esos que no son sacerdotes, pero que están interesados en la vida espiritual.
Esta carta seguirá siendo escrita de una manera especial para sacerdotes. Pero aun así una gran parte del material también será del interés para aquellos que no son sacerdotes.
Dado que estamos extendiendo nuestro círculo de lectores y para incluir a todas las partes interesadas, creemos que es apropiado ofrecer un nuevo acto de consagración que no sea dirigido sólo a sacerdotes sino a todos los lectores.
El Pastor Principal del Rebaño
"Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. El asalariado, las agarra y las dispersa, porque sólo es un asalariado y no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco las mías y las mías me conocen a mí. Así como me conoce el Padre, también yo conozco al Padre, y yo doy mi vida por mis ovejas." (Jn 10:11-15)1.
Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban. Nosotros lo creíamos azotado, castigado y humillado, y eran nuestras faltas por las que era destruido, nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados. Todos andábamos como ovejas errantes cada cual seguía su propio camino y Yavé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue maltratado y él se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan. (Is 53:4-7)
Fue suspendido de una cruz en el monte Calvario. Su muerte estaba próxima. ¡Cuánto había ya sufrido Jesús! Había sido burlonamente coronado de espinas. Llevó su cruz hasta la colina del Gólgota en una condición de terrible debilitamiento. Allí fue despojado de sus vestiduras y sin compasión clavado en la cruz. Después de este sufrimiento brutal e insoportable, Jesús finalmente murió.
Verdaderamente el Buen Pastor ha entregado su vida por su rebaño. Este excepcional corazón, rebosante de amor por su Padre y por todos nosotros había llegado hasta el límite.
Al tercer día Jesús resucitó: ‘Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días.’ Ellos contestaron: Han demorado ya cuarenta y seis años en la construcción de este templo y ¿tú piensas reconstruirlo en tres días?’ En realidad, Jesús hablaba de ese templo que es su Cuerpo. Solamente cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que lo había dicho y creyeron tanto en la Escritura como en lo que Jesús dijo. (Jn 2:19-22)
Sí, el Buen Pastor murió y resucitó por nuestra salvación. ¡Contemplad, el misterio pascual de Jesús!
Por el Bautismo somos incorporados en el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. San Pablo nos habla de esta unión maravillosa con Jesús: Como ustedes saben, todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte. Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva. (Rm 6:3-4)
Cristo ha estructurado la vida cristiana de la misma forma y estilo que él vivió, murió, y resucitó de la muerte. Es obvio, pues, como nos dice más arriba San Pablo que el modelo de la muerte-resurrección tiene que estar en el corazón de la vida de la Iglesia. Individual y colectivamente estamos continuamente muriendo con Cristo de modo que podamos constantemente resucitar con él. Así pasamos de un proceso de transición religiosa constante a una participación más intensa en la resurrección de Cristo. Es cierto que nuestra participación en la resurrección de Cristo sólo alcanzará su compleción en la vida eterna. Sin embargo, comenzamos la vida de la resurrección aquí en la tierra, en el aquí y el ahora de la vida humana, en medio de la alegría y el dolor, en la experiencia de éxito y en el fracaso, en el temor de nuestros pensamientos, en el disfrute de los dones del Señor. Como cristianos, debiéramos tener un sentido de crecimiento dinámico en lo que concierne a nuestra vida de resurrección aquí y ahora.
No podemos mantener la vida de la resurrección o crecer en ella sin una aceptación del sufrimiento. Ello no significa que necesitamos sentirnos sobrecargados y pesadamente oprimidos en nuestras vidas. La mayor parte del sufrimiento para la mayoría de los cristianos parece ser una acumulación de la pesadez, las dificultades, y las penas de cada día. Aveces, sin embargo, el sufrimiento profundo, incluso el sufrimiento en proporciones inaguantables también pude entrar en nuestra vida. Aunque los sufrimientos que uno encuentra sean de la más ordinaria variedad o del tipo más raro y extremo, los cristianos tienen que convencerse a sí mismos que relacionarse adecuadamente con la cruz es crecer en resurrección, y el crecimiento en resurrección significa que también tendremos una capacidad creciente para ayudar a dar la resurrección a otros.
El Papa Juan Pablo II habla del role que desempeña el sufrimiento en la vida cristiana: "Cada ser humano tiene su propia participación en la redención. Cada uno está llamado también a compartir en ese sufrimiento por el que la redención se llevó a cabo. El ser humano está llamado a compartir en ese sufrimiento por el que todo sufrimiento humano ha sido redimido también. Al traer la redención por medio del sufrimiento, Cristo ha elevado también el sufrimiento humano al nivel de redención. Así, cada persona con su sufrimiento puede convertirse también en un participante en el sufrimiento redentor de Cristo…
"Los que comparten los sufrimientos de Cristo tienen ante sus ojos el misterio pascual de la cruz y la resurrección, en el que Cristo se abaja, en un primer momento, hasta los límites últimos de la impotencia y debilidad humanas: De hecho, murió clavado a la cruz. Pero si a la vez en esta debilidad se ha llevado a cabo su exaltación, confirmada por el poder de la resurrección, ello significa que las debilidades de todos los sufrimientos humanos son capaces de ser inoculadas gradualmente con el mismo poder de Dios manifestado en la cruz de Cristo. En este estilo de pensar, el sufrir significa hacerse particularmente susceptibles, particularmente abiertos, al trabajo de los poderes salvíficos de Dios ofrecidos a la humanidad en Cristo. En él Dios ha confirmado su deseo de actuar especialmente a través del sufrimiento, que es la debilidad del ser humano y la vaciedad de sí mismo."2
Dom Hubert Van Zeller observa: "Los hombres y mujeres que pudieran estar achacando sus cruces a Dios, que sólo tienen que unirse en espíritu con la Pasión de Cristo, se les ha encontrado muy a menudo que se detienen en una visión corta e incluso hacen de sus problemas más bien un asunto de su egoísmo. Aunque no nos resistamos positivamente a la voluntad providencial de Dios podemos llegar a estar tan preocupados con nuestros asuntos de tal manera que podemos dejar a Dios sin relevancia.
"En lugar de hacernos compasivos para los otros, podemos malgastar la compasión en nosotros mismos. El sufrimiento está destinado a ensanchar nuestros corazones, no a estrecharlos. El sufrimiento va acompañado de la gracia de paciencia, de paz, de fortaleza, de arrepentimiento y amor. Todo esto puede ser desaprovechado si cometemos el error de referirlo a nosotros mismos como resultado de nuestros problemas.
"Para los judíos la cruz era un motivo de escándalo, y para los gentiles una locura. ¿Y para nosotros qué es? A veces puede ser meramente un símbolo, el mensaje de un símbolo olvidado. La cruz es algo en lo que estamos invisiblemente implicados por causa de nuestra herencia cristiana. ¿Nos sometemos a ella o nos resistimos a ella? La cruz no es simplemente dos pesados y gruesos troncos de madera ensamblados en un día determinado en la historia del mundo, ni tampoco la reliquia más sagrada de todas las que veneramos, sino una realidad de nuestra experiencia humana que puede que sea sagrada o puede que no, de acuerdo a lo que nosotros hacemos con ella."3
Contrario a lo que piensan muchos, el padre Edward Leen nos recuerda que el sufrimiento es compatible con la felicidad: "Si los hombres están predispuestos a equivocarse al imaginar la naturaleza de la felicidad, por seguro que se equivocarán al dar su juicio de lo opuesto. Comúnmente piensan que no puede ser posible que una persona sea feliz si es presa de una enfermedad crónica; si está condenada a experimentar una pobreza constante y ser enterrada en el anonimato; si no consigue obtener un puesto importante en el escenario del mundo; si no tiene éxito en sus negocios; si está privado de las posibilidades de desarrollo intelectual o estético; y finalmente, si no logra ganar el aplauso y la estima de sus compañeros. Aunque todas estas cosas significan sentimientos pesados para las personas, ninguno de ellos ni aisladamente ni en combinación tienen el poder de arrebatarles la felicidad esencial.
"A parte de la consideración de la vida del Redentor, justifican esta opinión ciertos hechos innegables de la historia. Los santos de todos los tiempos han sido personas cuya suerte era, hablando en general, experimentar tribulaciones y sufrimientos mayores de lo que los demás están llamados a soportar. Aún así eran habitualmente seres humanos felices, optimistas y jubilosos…
"Los santos no nos estaban arrebatando violentamente las palabras de su significado literal cuando se proclamaban felices. Porque la felicidad que disfrutaban era esa que es adecuada y santificante para la persona…
"Dios planeó una vida de felicidad inquebrantable para el ser humano. La Caída la modificó, pero no impidió la realización de este plan. El sufrimiento, pero no la desdicha, se convierte en la condición de la existencia humana en su aspecto terreno. Dios no hace que el sufrimiento aquí sea el precio a pagar por la felicidad del más allá. Ser felices, en la mente de los seres humanos es arreglarselas bien, vivir extraordinariamente… El mismo Salvador sufrió intensamente, pero vivió el tipo de vida más alto posible para el ser humano. Fue, por tanto, feliz. Aseguró a los seres humanos que él podía compartir su misma experiencia de felicidad con ellos. Puede parecer paradójico asociar la felicidad con la imagen mental de aquel que es llamado Varón de Sufrimientos. Pero un análisis de la naturaleza de la felicidad mostrará que fue llevada a cabo plenamente en la existencia terrena del Salvador"4
Caryll Houselander escribe con enorme sensibilidad refiriéndose a la segunda estación del Viacrucis: "Le ponen de nuevo su vestimenta, y Jesús sale del salón de juicios de Pilatos para recibir su cruz.
"¡Se acerca a ella con alegría! Esto es algo extraño, porque la cruz es un símbolo de vergüenza, y va a ser su lecho de muerte. Ya ve la inevitable forma de muerte en el extender sus brazos sobre ella. Desde este momento se sentirá inseparable de la cruz hasta que muera en ella. Será víctima y luchará bajo su peso… Aun así Cristo acepta la cruz. La abraza. La toma en sus brazos. Pone sus hermosas manos sobre ella, esas manos fuertes de carpintero tan cariñosamente acostumbradas al tacto de la madera" 5
Henri Nouwen nos cuenta esta historia: "Me gustaría contarles la historia de un hombre de media edad que repentinamente tuvo que interrumpir su carrera al descubrírsele leucemia, un cáncer fatal a la sangre. Los planes de toda su vida se desmoronaron y tuvo que cambiar todos sus caminos. Pero lentamente dejó de preguntarse a sí mismo: ‘¿Porqué me sucedió esto a mí?’ y en su lugar decía: ‘¿Cual es la promesa que se esconde en este acontecimiento?’ Cuando su rebelión se convirtió en una nueva búsqueda, él sintió que podía dar fuerza y esperanza a otros pacientes de cáncer y, afrontando su situación directamente, podía hacer de su dolor una fuente de sanación para otros. Hasta el presente, este hombre no sólo es capaz de hacer más por los pacientes que muchos otros ministros, sino que él también reencontró su vida a un nivel como nunca había conocido antes." 6
Tenemos aquí unas palabras de Romano Guardini: "Es únicamente a través de Cristo como venimos al Padre. Cuando hablamos de Dios como Padre, debiéramos añadir que queremos referirnos a quien Cristo se refiere cuando El dice ‘Mi Padre.’ De esta manera significaríamos que no estábamos pensando en un concepto vago de divinidad cuyo poder podemos imaginar detrás del gobierno del mundo, sino ese semblante santo que se reveló a sí mismo por primera vez en las palabras de Cristo. Cuando ‘vayamos al Padre,’ tenemos que ir junto con Cristo siguiendo su camino y en compañía de su Espíritu. No puede haber otro modo para ir al Padre…
"De tal modo que seamos capaces de seguir a Cristo y que nunca tengamos que dejar de darle vueltas a su vida y predicación; de otro modo nuestra oración a Dios asumirá inevitablemente el carácter de un culto vago. Sólo a través de Cristo podemos alcanzar al Padre auténtico en los cielos.
"Cristo nos ha marcado la pauta de cómo deberíamos orar al Padre…
"Las palabras de la Oración del Señor tienen un significado profundo y eterno cuando son correctamente entendidas, y proclamadas en el espíritu en que Cristo las enseñó. La clave está en el núcleo de la predicación que es conocido como el Sermón del Monte. Son iluminadas por las parábolas en las que Cristo explica la relación de amistad entre Dios y el hombre, por ejemplo, en la parábola del Hijo Pródigo; así, si son correctamente entendidas en este contexto más amplio, se convierten en la guía viva que nos lleva al Padre.
"Como la Oración del Señor está tan llena de significado y verdad, y es a la vez tan simple, frecuentemente corre la suerte de ser dicha sin pensar, sin reverencia auténtica e intención interna. Deberíamos traer, a menudo, a la memoria nuestra responsabilidad de cristianos para proteger y valorar el patrimonio sagrado de Cristo. Deberíamos decir la Oración del Señor con disposición recogida, atentamente, y poniendo nuestro corazón en las palabras. Sólo así abrirá las puertas al Reino del Padre que el amor del Hijo ha preparado para nosotros." 7
Romano Guardini nos habla también del papel que el Espíritu Santo tiene en nuestras vidas: "Cristo como una figura histórica es fácilmente desdibujado y obscurecido por la similaridad con otras figuras históricas, y también por el hecho de que el hombre tiene una aversión instintiva a cualquier cosa que vaya más allá de lo puramente humano. El Espíritu Santo tiene que concedernos el don del juicio sano. La figura de Cristo lo mismo que su mensaje están rodeados de incomprensiones, deformaciones y oposición. El Espíritu Santo tiene que dar a nuestros corazones y mentes la certeza de que podemos encontrarle. Cristo es la Verdad...
"El Espíritu Santo nos enseña a entender a Cristo, y en Cristo a Dios y a nosotros mismos. Es el tipo de comprensión que viene del corazón… Es la comprensión auténtica, más aún, es iluminación.
"El Espíritu Santo da la respuesta a esas preguntas que la mente no puede contestar porque la mente invariablemente asocia la palabra ‘porqué’ con la palabra ‘yo’. ‘¿Por qué tengo que padecer yo este sufrimiento? ¿Por qué se me niega a mí lo que otros tienen? ¿Por qué tengo que ser yo de la forma que soy, y vivir en la forma que vivo?’ Estas son algunas de las preguntas más importantes y decisivas en la vida del individuo, y ante estas preguntas los hombres y los libros guardan silencio. La respuesta llega sólo cuando nuestro corazón se siente libre de toda rebelión y amargura, cuando nuestra voluntad se conforma con la vida tal como nos ha correspondido, reconociendo en ello el trabajo de la voluntad de Dios. La inteligencia puede estar lista de buen grado, pero esto no es suficiente. La instrucción tiene que ir más al fondo. La aceptación tiene que venir desde lo más íntimo de nuestro corazón. Sólo entonces encontraremos la respuesta al porqué, y con ello, paz, porque la verdad trae paz. Esta es la labor del Espíritu Santo."8
El Directorio del Ministerio y de la Vida de los Sacerdotes nos dice: "Hay una ‘compenetración… absoluta entre la Madre de Jesús y entre el sacerdocio del ministerio de su Hijo,’ siendo el resultado de la unidad entre la maternidad divina de María y el sacerdocio de Cristo.
"La espiritualidad mariana está enraizada en cada sacerdote a la luz de esta compenetración. La espiritualidad sacerdotal no se consideraría completa si no incluyese las palabras de Cristo en la cruz, en las que El entrega su Madre al discípulo amado, y, a través de él, a todos los sacerdotes llamados a continuar el trabajo de la redención.
"Como a Juan al pie de la cruz, a cada sacerdote, le ha sido confiado, de manera especial, a María como Madre (cf Jn 19:26-27).
"Los sacerdotes, que están entre los discípulos favorecidos de Jesús, crucificado y resucitado, deberían dar una buena acogida a María como a la Madre en sus vidas, dirigiéndose a ella con una atención y plegaria constante. La Santísima Virgen pues se convierte en la Madre que los lleva a Cristo, que los hace amar sinceramente a la Iglesia, que intercede por ellos y los guía al Reino de los cielos...
"Pero no son hijos devotos si no saben cómo imitar las virtudes de María. El sacerdote mirará a María para ser un ministro humilde, obediente y casto, y para dar testimonio de caridad con un sometimiento total a Dios y a la Iglesia." 9
Henri de Lubac afirma: "La Iglesia es la extensión misteriosa de la Trinidad en el tiempo no sólo preparándonos sino llevándonos ahora a su participación en ella . Viene de la Trinidad y está llena de la Trinidad. La Iglesia es para nosotros –en frase preferida de Bossuet-- ‘Jesucristo… que se comunica’. Ella es ‘la Encarnación continuada.’ Es, como Dietrick Bonhoeffer solía decir, ‘la presencia de Cristo en la tierra’ --habla con ‘la autoridad de Cristo vivo y presente en ella.’ … San Pablo le aplica la misma palabra ‘misterio’ que él había referido primero a Cristo. La Iglesia es después de todo, la Esposa de Cristo y su cuerpo. 10
Pensemos, pues, en la Iglesia como reflejo de la Trinidad, la Iglesia como Cuerpo de Cristo, la Iglesia como Esposa de Cristo.
La comunidad cristiana es el reflejo de la comunidad última y definitiva –a saber, la Trinidad. De una manera especial, somos privilegiados de ser testigos de la vida Trinitaria, una vida de intimidad divina, una vida de conocimiento y amor divino.
La gracia, o la vida de Cristo, es una participación en la vida Trinitaria. La vida de Cristo, por consiguiente, nos invita a una existencia especial de conocimiento y amor. La fe y el amor cristianos, que son creados como participaciones del conocimiento y amor Trinitarios, nos permiten conocer y amar a Dios de una manera muy especial. La fe y el amor nos dan también una capacidad nueva para relacionarnos tanto con nuestros hermanos cristianos como con los demás.
Así como la vida de la Trinidad está centrada en la persona, así tiene que estar centrada la vida de la Iglesia. Por muchos años, parece, no éramos personas suficientemente conscientes de ello. Sin embargo, la teología que ha emanado del Vaticano II está ayudando a rectificar esta situación. Durante el tiempo previo al Vaticano II las estructuras de la Iglesia fueron a veces tratadas por algunos como si ellas fueran las metas en sí mismas más que instrumentos de servicio a las personas de la Iglesia. Lentamente, pero con firmeza, las estructuras de la Iglesia están siendo renovadas para que puedan servir mejor al auténtico fin, que es ayudar al desarrollo y crecimiento espiritual de sus miembros –guiándoles cada vez más cerca al Padre a través de Cristo y con Cristo, en el Espíritu Santo.
La Iglesia, a su vez, se desarrolla cuando los que componen esa comunidad se desarrollan como auténticos cristianos. Al igual que cada persona divina contribuye de modo perfecto a la vida de comunidad de la Trinidad de acuerdo al don de sí en la plenitud de su personalidad, de la misma manera cada cristiano contribuye a la vida de comunidad de la Iglesia en proporción al grado del don de sí, de acuerdo al grado de su santidad personal.
La relaciones interpersonales auténticas ayudan al desarrollo de la comunidad. La comunidad Trinitaria es una comunidad de relaciones profundas. Ya que la Iglesia refleja la realidad comunitaria de la Trinidad, es supuesto que sus miembros igualmente tengan relaciones, no sólo con las Personas de la Trinidad, sino también con los otros. Las auténticas relaciones interpersonales no sólo unen en un conocimiento y amor más profundo a las personas directamente involucradas, también hacen a una persona más capaz de amar a los demás profundamente, por tanto, más capaz de profundizar los vínculos de una comunidad total. Si una persona crece en la capacidad de amar a sus amigos, por ejemplo, esta persona está también creciendo en auténtica capacidad de amar a otros –tanto a los que son miembros de la Iglesia como a los que no lo son.
El hecho de que la Iglesia es aquí en la tierra un reflejo de la Comunidad Trinitaria nos orienta fácilmente a reflexionar en la Iglesia como Cuerpo de Cristo, ya que este nombre dado a la Iglesia subraya también el aspecto comunitario de la Iglesia. San Pablo nos dice: Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo. Hemos sido bautizados en el único Espíritu .para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos vivido del único Espíritu. Un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos. Supongan que diga el pie: "No soy mano, y por lo tanto yo no soy del cuerpo." No por eso deja de ser parte del cuerpo. O también que la oreja diga: "Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo." Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler?
Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en su lugar es parte de él. En primer lugar están los que Dios hizo apóstoles en la Iglesia; en segundo lugar los profetas; en tercer lugar los maestros; después vienen los milagros, luego el don de curaciones, la asistencia material, la administración en la Iglesia y los diversos dones de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles?, ¿son todos profetas?, ¿son todos maestros?, ¿pueden todos hacer milagros, curar enfermos, hablar lenguas o explicar lo que se dijo en lenguas? (1 Cor 12,12-17; 27-30).
El concepto de Iglesia como Cuerpo de Cristo enfatiza de manera especial el sentido de corporación que debería impregna la conciencia de los miembros de la Iglesia. Dependemos unos de otros. Cada uno tiene una función muy relevante que aportar a la vida de la Iglesia. Tenemos que pensar en el doble sentido de lo que es bueno para la Iglesia entera y, a través de esta Iglesia, lo que es bueno para la entera comunidad humana. Incluso cuando no estamos de acuerdo entre nosotros mismos, lo hacemos no porque queramos la gloria de llevar la mano más alta, sino porque creemos que no estar de acuerdo aquí y ahora es necesario para que pueda emerger la verdad más clara para el bien de la comunidad. San Pablo nos habla sobre este sentido de corporación: ¿Puedo pedirles algo en nombre de Cristo, hablarles del amor? ¿Han recibido el Espíritu y son capaces de compasión y ternura? Entonces denme esta alegría: pónganse de acuerdo, estén unidos en el amor, con una misma alma y un mismo proyecto. No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo. No busque nadie sus propios intereses, sino más bien preocúpese cada uno por los demás. Tengan unos con otros las mismas disposiciones que estuvieron en Cristo Jesús. (Fil 2,1-5)
Finalmente, reflexionamos sobre la Iglesia como Esposa de Cristo. El padre Joseph Murphy, S.J., nos dice: "Juan Pablo II siempre nos cita la amplia doctrina y tradiciones patrísticas de la Iglesia que se refieren a Cristo como el Esposo de la Iglesia y el Esposo de las almas, que se da a ambos en el misterio eucarístico por el que El, es la clave para entender la sacramentalidad del matrimonio, sin mencionar la naturaleza de la humanidad, es el amor conyugal de Cristo para con su Iglesia manifestado en Efesios 5. Cristo es la Cabeza de la Iglesia como Salvador de su Cuerpo. La Iglesia es justamente ese Cuerpo que recibe de El todo lo que ella llega a ser, y es su Cuerpo. Como Cabeza y Salvador de la Iglesia, El es también el novio de su novia…"11
Aquí hay una oración para pedir la intimidad con el Cordero: "Oh Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ven y toma posesión en lo más íntimo de mi alma. Me someto, a la vez que te pido la gracia para caminar, para ser tal como existo en Tí y que Tú actúes más íntimamente en mi alma. Tú eres el Iniciador. Yo soy el alma que espera tus favores a la vez que tú actúas en mí. Te amo. Te adoro. Me postro ante Tí. Ven y toma posesión de mi alma con tu Gracia divina, para que llegue a experimentarte en lo más íntimo de mí."
Nuestro Salvador en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la Cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera.(Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia núm. 47)12
Por tanto la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos. (Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia núm. 48)13
A través del Sacrificio Eucarístico Cristo el Señor deseaba poner entre nosotros de una forma muy especial el vínculo extraordinario por el cual estamos unidos unos a otros y con nuestra Cabeza divina, una unión que no hay palabra de alabanza que la pueda expresar adecuadamente. En este sacrificio los ministros sagrados actúan no sólo como representantes de nuestro Salvador, sino como representantes de todo el Cuerpo Místico y de cada uno de los creyentes. De nuevo, en este acto de sacrificio, los creyentes en Cristo, unidos por el vínculo común de la devoción y la oración, se ofrecen al Padre eterno por manos del sacerdote, que por sus plegarias lo ha hecho presente en el altar, el Cordero Inmaculado, la víctima más aceptable de alabanza y propiciación por las necesidades universales de la Iglesia. Así pues, lo mismo que el Redentor divino, mientras moría en la cruz, se ofrecía a sí mismo al Padre como Cabeza de toda la humanidad, así ahora, ‘en esta oblación pura’ El no sólo se ofrece a sí mismo a su Padre celestial como Cabeza de la Iglesia, sino a sus miembros místicos también. Los abraza a todos, sí, con el amor más profundo de su corazón, incluídos los más débiles y los más enfermos. (El Papa Pio XII, El Cuerpo Místico AAS. XXXV, 232-233)14
El Sacrificio del Calvario se ha hecho sacramentalmente presente en la Misa. Cuando recitamos la Oración de Ofrecimiento Matinal, unidos al Santo Sacrificio de la Misa, actuamos como intercesores implorando a Dios que la inmensidad de su gracia se nos conceda cada día a través de nuestras acciones impregnadas de oración a la vez que actuamos en un amor sintonizado con la voluntad del Padre. Ya comamos, cuidemos a nuestros padres enfermos, disfrutemos de la compañía de un amigo, o estemos ocupados en nuestro empleo, podemos ayudar a que se le conceda al mundo gracias muy especiales.
Cuando recitamos la Oración de Ofrecimiento Matinal ofrecemos nuestras vidas al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, con la asistencia intercesora de María, nuestra Madre. Oremos unidos en comunidad con nuestros corazones puestos en el Santo Sacrificio de la Misa. Aquí tenemos una Oración de Ofrecimiento Matinal.
"Mi amado Padre, en unión con Jesús en el Santo Sacrificio de la Misa, y en unión con el Espíritu Santo, te ofrezco en este día todas mis oraciones, mis trabajos, mis alegrías y sufrimientos.
"Me uno a nuestra Madre, María, a todos los ángeles y santos, y a todas las almas del purgatorio para orar al Padre por mí, por cada miembro de mi familia, por mis amigos, por todos los habitantes del mundo, por todas las almas del purgatorio, y por todas las demás intenciones del Sagrado Corazón.
"Te amo, Jesús, y te entrego mi corazón. Te amo, María, y te doy mi corazón. Amen."
En una de sus cartas dirigida a los sacerdotes, el Papa Juan Pablo II dice: "Los intentos de hacer al sacerdote más semejante al laicado están dañando a la Iglesia. Ello no significa de ningún modo que el sacerdote pueda permanecer alejado de la preocupaciones humanas del laicado: tiene que conservarse cerca de ellos, como lo estaba Juan María Vianney, pero como sacerdote, siempre en la perspectiva que es la de su salvación y el progreso del Reino de Dios. El es el testigo y dispensador de una vida distinta a la terrena. Es esencial a la Iglesia que la dignidad del sacerdote sea salvaguardada en su dimensión vertical. La vida y la personalidad del Cura de Ars son una ilustración enérgica y particularmente iluminadora de esto…
"San Juan María Vianney no se contentaba con llevar a cabo el ritual de las actividades de su ministerio. Era a su corazón y a su vida a los que él contemplaba para conformarse a Cristo.
"La oración era el alma de su vida: la oración silenciosa y contemplativa generalmente tenía lugar en su iglesia al pie del Sagrario. A través de Cristo, su alma se abrió a las tres Personas divinas, a las que confiaría ‘su alma pobre’ en su última voluntad y testamento. ‘Conservó una unión constante con Dios en medio de una vida extremadamente ocupada.’ Y nunca descuidaba el Oficio o el Rosario. Espontáneamente volvía su mirada a la Virgen."16
Dom Hubert Van Zeller observa: "Si cuando hablamos de la oración y la fe transcendiendo las contrariedades de la existencia humana queremos decir ciegamente que no nos importa llegar a un mundo de sueño don las realidades de la vida las dejemos para que otros lidien con ellas, estamos equivocados… ‘Transcendencia’ significa aquí… el despegue que aporta el Espíritu, pero que no ha perdido la conexión con las cosas de la vida diaria.
"Sin suprimir las emociones, la fe capacita al alma para elevarse por encima de las emociones. Y si esto resulta extraño y elevado, tenemos que recordar que esos que son por esencia almas de fe, los santos, son justamente los que siente las cosas con más profundidad. Como sienten las cosas en profundidad son capaces de ayudar a otros, y de nuevo como sienten las cosas en profundidad su oración es de lo más agradable a Dios.
"Yendo más allá de la superficialidad de la vida no es alejarse de lo real, evitar el compromiso. Todo lo que crea insensibilidad está en dirección equivocada. La compasión, como sabemos por el ejemplo de Cristo y su madre, es innata a un estar al servicio de Dios. Los seguidores de Cristo tienen que sentirse necesariamente comprometidos. Su vocación es vivir como miembros unos de otros. Pero por su fe y oración usarán contactos materiales como palanca para el mundo del espíritu. El compromiso en vez de derribarlos de su contemplación de Dios, levantará su quehacer natural, al hacer las cosas por amor, a un nivel sobrenatural." 17
Nadie tiene que recordarnos que vivimos en un mundo de cambios rápidos. El orden temporal es en muy alto nivel un proceso de sometimiento. Está comprometido en una manifestación de fenómenos de cambio. Parte de esto es un progreso, pero hay una dimensión que no es buena porque algunas cosas del porvenir de la sociedad moderna son sólo un progreso aparente. Dicho de otro modo, ya que un cierto sector de la actividad del hombre moderno está marcado por la inmoralidad, esto es en la actualidad una regresión más que un progreso.
El progreso auténtico es inherente a la persona humana. La persona humana es una criatura que es a la vez siempre la misma y siempre diferente. La persona humana, pues, posee dimensiones que son cambiables e incambiables. Mirando a la dimensión cambiable, el Vaticano II dice: "La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que a penas es posible al hombre seguirla. El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva; donde surge un nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis."18
Como somos criaturas que somos por una parte incambiables y por otra variables, nuestro auténtico progreso resalta ambas dimensiones. Esto no significa que cambiemos para negar el aspecto de estabilidad. No nos desarrollamos por estar siempre comenzando de nuevo, sino por edificar adecuadamente sobre lo que somos y lo que hemos sido.
Para sentirnos psicológicamente cómodos con nosotros mismos, necesitamos desarrollar un adecuado equilibrio entre lo cambiable y lo incambiable.
Nuestro progreso, nuestro crecimiento, está enraizado en la voluntad de Dios sobre nosotros. Nos ha hecho para estar en crecimiento continuo, para estar en desarrollo continuo. Este proceso de desarrollo depende de nuestras relaciones con Dios. El Padre, en su manifestación del inmenso amor que nos tiene, está siempre invitándonos a una unión más profunda con El, a través de Cristo, y en el Espíritu Santo.
En las profundidades de nuestro corazón sabemos que estamos ansiando esta unión cada vez más íntima con Dios, y que a veces nos asusta esa perspectiva. Podemos estar tentados a evitar el acercarnos más a Dios por el temor de lo que su amor pueda exigir de nosotros. Este es un punto crítico en la relación. Muchos aparentemente se vuelven atrás en esta coyuntura, llegando a concluir que la cercanía de un amor profundo es demasiado exigente. En nuestra relación con Dios –distinto a lo que pueda suceder en una relación con una persona humana que posee una naturaleza herida por el pecado- podemos estar seguros que llegar a estar más cercanos a El no terminará en ninguna clase de desencanto. El crecimiento, o el progreso, a través de una unión de amor más íntima con El llevará acabo en nosotros una mayor felicidad. Nuestra búsqueda de la felicidad se verá cada vez más satisfecha -sin excluir algunos dolores, pues nuestro crecimiento implica sufrimiento. Pero ya sea el sufrimiento ligero del ahora, ya sea el sufrimiento un poco más pesado del momento presente, o el sufrimiento que incluso a veces parece casi insoportable, nosotros sabemos desde las profundidades de nuestro corazón que tenemos que ansiar una unión más profunda con Dios si verdaderamente queremos seguir creciendo, llegar a lo que tenemos que ser. Un crecimiento en felicidad significa un desarrollo de esa unión de amor con Dios. Y si ello significa que el sufrimiento es un elemento integrante de tal proceso, una voz en lo más íntimo de nosotros, levantándose de las profundidades del auténtico yo, nos susurra que deberíamos estar deseando aceptar el sufrimiento que ello implica- por el bien de una vida más intensa, un porvenir mejor y un amor más grande.
Aunque nuestro ritmo de crecimiento o progreso está enraizado en nuestra relación con Dios, esta relación no se sostiene sola. De acuerdo a la voluntad de Dios, nuestra unión con El implica también otras relaciones. Dios nos llama al don de sí mismo en la relaciones con los otros. El quiere también que nos relacionemos correctamente con la creación material.
Crecemos o nos desarrollamos, pues, a través de un volcarnos en amor a Dios, a los demás, y a la creación material. La mayor parte de este desarrollo se lleva a cabo más o menos de acuerdo a un modelo prefijado y establecido. Pero a veces Dios nos sorprende. A veces nos pide actuar de forma que nosotros ni hubiéramos considerado. Dios no siempre actúa de acuerdo a los caminos más ordinarios y previsibles. Es un Dios infinitamente sabio, y su sabiduría santa es perfectamente capaz de guiarnos por senderos previamente desconocidos para nosotros. Cualquiera que pueda ser el caso, sus caminos –si los seguimos- siempre nos llevan a un mayor crecimiento, a un mejor porvenir, a una felicidad más plena.
Henri Nouwen, uno de los escritores espirituales más conocidos de nuestros tiempos, pasó un largo periodo de tiempo como huésped invitado en un monasterio Trapista. Estas palabras suyas que siguen nos recuerdan cómo cierto tiempo de soledad en oración nos acerca más al mundo, y cómo nos ayuda a desarrollar un sentido cristiano del mundo: "Mi estancia en el monasterio, sin embargo, no sólo me ha acercado más a Cristo, también me ha acercado más al mundo. De hecho, la distancia del mundo me ha hecho sentir más compasión hacia él. En mi trabajo por el Cielo Nuevo estoy a menudo tan ocupado con las necesidades inmediatas y buscando una respuesta inmediata que mi mundo se reduce a mis preocupaciones diarias, y pierdo la perspectiva de los problemas más grandes. Aquí en el monasterio pude ver con mayor facilidad más allá de los límites del lugar, del estado, del país, y del continente, llegar a ser más íntimamente consciente del dolor y sufrimiento de todo el mundo y responder a ellos con mis oraciones, mis cartas, mis talentos y mis escritos. También sentí en este retiro que mis amigos y mi familia se me hicieron más cercanos. Especialmente experimenté que un crecimiento en intimidad con Dios crea siempre un espacio desahogado para los otros en la oración. Tuve un sentido real del poder de la oración por los otros y experimenté lo que significa colocar en la presencia de Dios, justo en el centro de tu corazón, a tus amigos que sufren."19 La mayoría de la gente no puede organizarse para sacar un tiempo extra de retiro en un monasterio. Todos podemos, sin embargo, organizar en nuestra propia agenda tiempos de soledad en oración que nos permitan, entre otras cosas, un conocimiento y preocupación más profundos por el mundo con todos sus problemas y retos. En respuesta, esta preocupación profunda por el mundo debería llevarnos a una oración creciente por las necesidades del mundo y a cualquier otro tipo de actividad adecuada a la vocación y oportunidades de cada uno. Hay todavía mucho por hacer para lograr que este mundo llegue a ser lo que Dios tiene destinado que sea. Como nos recuerda el Movimiento Christopher: "Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad."
El Instituto para la Formación Sacerdotal en la Universidad de Creighton está ofreciendo un programa titulado, "La Identidad del Sacerdocio Diocesano Profundizada a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola." El programa ofrece los Ejercicios Espirituales completos de San Ignacio de Loyola programados para 30 días de retiro en un contexto que sirve y robustece a la identidad del sacerdote diocesano. El programa que incluye días adicionales de preparación y días de seguimiento, tendrá lugar desde el 27 de Junio al 2 de Agosto del 2000. Para más información ponerse en contacto con:
Rev. Richard J. Gabuzda
Director, The Institute for Priestly Formation
320 N. 20th Street, #1208
Omaha, NE 68178 - Tel. (402) 546-6384
E-mail rgabuzda@creighton.edu
Website:http://www.creightonedu/SummerSessions/html/ipf.html
Aquí tenemos unas palabras de Teresa de Lisieux, santa y doctora de la Iglesia: "¡Oh Jesús! ¿por qué no puedo comunicar a las todas las almas sencillas cuán inefable es tu condescendencia? Siento que si encontraras un alma más débil y más pequeña que la mía –te encantaría poderle conceder los favores más grandes, con tal de que se abandonase con total confianza a tu misericordia infinita."20
Jesús nos invita a someternos. Quiere que caminemos, que nos relacionemos con las personas, con los lugares, con las cosas sólo de acuerdo a su voluntad. Quiere que renunciemos a todas esas cosas que nos impiden una unión más íntima con El. Si hacemos esto, experimentaremos la alegría de sentirnos libres, la alegría de estar íntimamente unidos a El, la alegría de ser íntimamente poseídos por El.
Jesús se preocupa de nosotros. Otros llegan y se van de nuestras vidas, algunos nos traicionan, otros son totalmente indiferentes. Jesús es nuestra Roca, del que siempre nos podemos fiar, el que nos ama siempre con un amor sin medida: Cristo Jesús permanece hoy como ayer y por la eternidad. (Heb 13:8)
A veces nos sentimos tentados a pensar que nuestros esfuerzos son totalmente inútiles. Tenemos que resistir las tentaciones. La lucha es dura, y el sendero a veces parece ser todo cuesta arriba. Tenemos que orar para que tengamos la suficiente iluminación de entender que nuestros esfuerzos puestos en una búsqueda de Dios no son vanos. Cuando estamos unidos a Jesús, nuestros esfuerzos están teniendo una enorme influencia en la actividad del Reino. Conservemos nuestras velas encendidas. Conservemos nuestra atención puesta en Jesús, y no nos preocupemos de los resultados. Nuestras vidas gastadas en el servicio de Jesús le agradan sobre manera, y producen buenos resultados, aunque muchos de todos estos buenos resultados puedan estar escondidos a nuestros ojos.
Muchos laicos rezan por nosotros, y de manera organizada. ¿No es justo que también nosotros recemos por todos nuestros hermanos en el sacerdocio, y de manera regular? Aquí sigue una oración que nos puede ayudar en este intento.
"Señor Jesús, Pastor Principal del Rebaño, te pedimos que en el gran amor y misericordia de tu Corazón atiendas las necesidades de tus pastores sacerdotes a través de todo el mundo. Te pedimos que atraigas de nuevo a tu Corazón a todos los sacerdotes que se han separado seriamente de tu sendero, que vuelvas a encender el deseo de santidad en los corazones de esos sacerdotes que han perdido el entusiasmo, y que continúes dando a los sacerdotes fervientes el deseo de una santidad cada vez más alta. Unidos a tu Corazón y al Corazón de María, te pedimos que presentes esta petición a tu Padre celestial en la unidad del Espíritu Santo. AMEN".
Esta oración ha sido tomada del Manual de Oraciones de los Asociados de Pastores de Cristo, una rama de los Ministerios de Pastores de Cristo. Los asociados son miembros de los grupos de oración que se reúnen regularmente a orar por las necesidades de toda la familia humana, pero especialmente por los sacerdotes. Si le interesa una o varias copias de este manual de oración, y más aún, si le gustase recibir información de cómo comenzar un grupo de Pastores de Cristo, póngase en contacto con nosotros en la siguiente dirección:
Shepherds of Christ,
P.O. Box 193,
Morrow, Ohio 45152-0193
Teléfono (llamada gratis): 1-800-211-3041
Teléfono: 1-513-932-4451
Fax: 1-513-932-6791
"Jesús, nos muestras tu Corazón como el símbolo de tu vida de amor en todos sus aspectos, incluyendo tu amor más especial por cada uno de nosotros como personas únicas. Por el inmenso amor que nos tienes, moriste de muerte trágica, clavado a la madera de la cruz. Por el inmenso amor que nos tienes, resucitaste glorioso de la muerte.
"La Iglesia nació de tu corazón traspasado con los Sacramentos que la dan vida. En la Eucaristía, cumbre y centro de la vida de la Iglesia, te nos continúas dando con el amor más profundo, más tierno, más ardiente, y más completo.
"Jesús, ya que te nos das a tí mismo por completo en tu inmenso amor, es sólo correspondiendo en respuesta, como podemos ser una ofrenda para tí. Es finalmente correspondiendo como nos damos a tí completamente. Sí, nos consagramos a tu más tierno Corazón. Cada uno de nosotros te decimos, oh Señor, Salvador nuestro y Amigo nuestro: ‘Jesús, tómame totalmente, llévame completamente a tu Corazón glorioso. Por amor me entrego a mí mismo a tí. Vive en mí y a través de mí. Te me das por completo en amor. Quiero, con la ayuda de tu gracia, darme a mí mismo por completo a tí en amor y en espíritu de reparación. Llévame, Jesús, a una unión cada vez más cercana al Padre, en el Espíritu Santo, con María mi Madre a mi lado. Pongo mi confianza en Tí, Corazón traspasado, glorificado, eucarístico de Jesús.’ "
"Bienaventurada Virgen María, me consagro a tu maternal e Inmaculado Corazón, este Corazón que es el símbolo de tu vida de amor, incluyendo el especialísimo amor que me tienes por ser yo una persona singular. Tú eres la Madre de mi Salvador. Tú eres también mi Madre. Tú me quieres con el más selecto amor como si fuese tu único hijo-sacerdote. Y en respuesta, me entrego enteramente a tu amor y protección maternal. Tú seguiste a Jesús a la perfección. Tú eres el primer y perfecto discípulo. Enséñame a imitarte en la forma de presentar a Cristo. Sé mi maternal intercesora para que a través de tu Corazón Inmaculado yo pueda ser guiado a una unión cada vez más cercana al Traspasado, Glorificado, Eucarístico Corazón de Jesús, Primer Pastor del rebaño."
Afectuosos y cordiales saludos del Muy Reverendo. G. Johannes, Obispo de Kurnool.
Estoy contento de saber que está publicando una revista con el nombre de Pastores de Cristo. Hace poco el Muy Reverendo Obispo S.A. Aruliah de Cuddapah me dio unos ejemplares para distribuirlos a nuestros sacerdotes, creo que el material es muy bueno y de una lectura provechosa.
Ya que considero estas revistas útiles para nuestros sacerdotes, me gustaría conseguirlas también para mis sacerdotes. En la actualidad tenemos 70 en nuestra diócesis y la distribución de estas revistas estoy seguro que les va a ayudar en su vida espiritual. Dado que cubren muy variados temas pastorales y teológicos, ello va a reforzar la vida pastoral de nuestros sacerdotes.
Por consiguiente, le solicito que me envíe al menos 70 ejemplares de Pastores de Cristo para que los pueda repartir a nuestros sacerdotes. Le suplico que me envíe también algún audio-video cassette que pueda ayudar a nuestros sacerdotes en su labor pastoral. Con mis bendiciones,
GORANTLA Johannes D. D.
Obispo de Kurnool, India
Mis saludos y los mejores deseo para esta Navidad y el Nuevo Año 2000.
Soy un sacerdote diocesano que trabajo en la diócesis de Mbinga.
Afortunadamente cayó en mis manos Pastores de Cristo, Carta de Espiritualidad para Sacerdotes.
Después de leerla, decidí solicitar una copia gratis tanto en su forma de libro como de cassette. Creo que tanto el libro como los cassettes continuarán ayudándome a renovar fervorosamente mi espiritualidad. Espero que también sea útil para mis amigos sacerdotes que están comprometidos en las actividades pastorales.
Gracias por adelantado, y que el Señor bendiga su trabajo también.
Sinceramente suyo,
Padre Andrew J. Ndimbo, Director de CARITAS
MBINGA DIOCESE, TANZANIA
Las citas bíblicas son tomadas de La Nueva Biblia Latinoamericana, Ediciones Paulinas (Madrid) y Verbo Divino (Estella, Navarra).
El Papa Juan Pablo II, Sobre el Significado Cristiano del Sufrimiento Humano, United States Catholic Conference, Núms. 19 y 23.
Dom Hubert Van Zeller, Más Ideas para Orar, Templegate, p. 112.
Edward Leen, C. S. Sp., ¿Por qué la Cruz?, Sheed & Ward, pp. 246-247, 255, 285.
Caryll Houselander, El Camino de la Cruz, Sheed & Ward, p. 21.
Henri Nouwen, Más allá de la Soledad, Ave Maria Press, p. 57.
Romano Guardini, La Práctica de la Oración, Pantheon Books, p. 115.
Ibid.,pp. 116-117.
Directorio sobre el Ministerio y Vida de los Sacerdotes, Núm. 68, tal como aparece en El Vaticano por dentro, Suplemento Especial, Noviembre, 1994, p. 25.
Henri de Lubac, S. J., La Iglesia: Paradoja y Misterio, traducido por James R. Dunne, Alba House, p. 24.
El Pensamiento del Papa Juan Pablo II. Una Colección de Ensayos y Estudios, John M. McDermott, S. J., Editor, Editrice Pontificia Universita Gregoriana, p. 135.
Los Documentos del Vaticano II, "Constitución sobre la Sagrada Liturgia," America Press edition, Núm. 47.
Ibid., Núm. 48.
El Papa Pio XII, Carta Encíclica, El Cuerpo Místico, AAS, XXXV, pp. 232-233.
San Juan Vianney, "Sermones del Jueves Santo", en Meditaciones Eucarísticas, editor Sr. Mary Benvenuta, O. P., traducido por Abbé H. Convert, tal como aparece en Adoración, copilado por Daniel Guernsey, Ignatius Press, p. 96.
El Papa Juan Pablo II, Cartas del Jueves Santo a mis Hermanos Sacerdotes, editado por James P. Socias, Scepter Publications and Midwestern Theological Forum, p. 148.
Dom Hubert Van Zeller, Más Ideas para Orar, Templegate, pp. 50-51.
Los Documentos del Vaticano II, "Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual", America Press Edition, Núm.5.
Henri Nouwen, El Diario del Genesee, Doubleday, p. 212.
Historia de un Alma, La Autobiografía de San Teresa de Lisieux, ICS Publications, p. 200.
website: http://www.pastoresdecristo.org
E-Mail: info@sofc.org
2000, EJEMPLAR 2
Pastores de Cristo
Los Ministerios de Pastores de Cristo
P.O. Box 193
Morrow, Ohio 45152-0193
U.S.A.
Pastores de Cristo, una publicación de espiritualidad para sacerdotes, se edita cada dos meses por Shepeherds of Christ Ministries, P.O. Box 193, Morrow, Ohio 45152-0193, USA. Como su distribución es gratis para todos los sacerdotes de los Estados Unidos, y se está extendiendo internacionalmente, sus donaciones son muy importantes para nosotros. Sugerencias y comentarios son bienvenidos, así como los cambios de dirección y direcciones de los [sacerdotes] recién ordenados. El permiso de reproducción está garantizado para uso no-comercial. Editor P. Edward Carter S.J., Profesor de Teología en la Universidad Javier en Cincinnati, Ohio, USA, es el Director Espiritual para Shepherds of Christ Ministries. Presidente de la junta de Directores es John Weickert. Presentación del Buen Pastor por el Hermano Jerome Pryor J.S. Arreglos y diseños gráficos por Joan Royce. También dedicado al progreso espiritual de los sacerdotes está funcionando una red de conexión mundial de grupos de oración para laicos/religiosos, Asociados a Pastores de Cristo, oficina principal en 2919 Shawhan Road, Morrow, Ohio 45152, USA telefono 513-932-4451, fax 513-932-6791.